Pepa, lesbiana y activista social, fue asesinada por Daniel Torres, el padrastro de su novia Dayana.
Después de haberla amenazado de muerte en reiteradas oportunidades, el 6 de marzo de 2010 le disparó por la espalda con una escopeta de caza que había pedido prestada a un vecino, dejándola gravemente herida.
Pepa murió en el Hospital la madrugada del 7 de marzo de 2010.
Este lesbicidio estremeció a todo el colectivo LGBTI pero específicamente al activismo lésbico, que institucionalizó el recuerdo de Pepa como un acto político de visibilidad.
El pasado 7 de marzo hubo diferentes actividades convocadas por las organizaciones de lesbianas que activan en Argentina.
En Rosario, en Córdoba, en Mar del Plata, en La Plata, en Neuquén, en distintas ciudades de la provincia de Buenos Aires, y en varios puntos de la ciudad de Buenos Aires, al activismo lésbico y las lesbianas se hicieron presentes en plazas y espacios públicos donde denunciaron la lesbofobia, contaron quién fue Pepa y cómo fue este lesbicidio que marcó un antes y un después en la terrible historia de los crímenes de odio hacia el colectivo LGTBI en la Argentina.
Las distintas actividades tuvieron por objetivo la visibilización y el recuerdo.
El asesinato de Pepa desenmascaró una vez más los prejuicios con los que la Justicia mide a las personas gays, lesbianas o trans, mucho más si estas personas son pobres.
Durante el juicio que se llevó a cabo en la ciudad de Córdoba en el año 2011, la familia no sólo debió soportar el dolor por la muerte de Pepa sino la impúdica estrategia de los abogados de Torres.
Martha Dillon, una de las pocas periodistas que junto con Fabi Tron escribieron crónicas diarias sobre el juicio, escribía en Página 12 en aquellos días: “No hubo riña, no hubo discusión, apenas una muerte deliberada y en seco. Pero la defensa de Daniel Torres intenta construir en los tribunales de Córdoba una “lesbiana perversa”, atemorizante, donde hay una víctima. Un proceso que muestra los prejuicios de una sociedad” (Marta Dillon – Página 12, domingo 31 de julio de 2011).
La abogada de la familia Gaitán, la doctora Natalia Milisenda, batalló denodadamente contra la vil estrategia de estos abogados y centró la defensa en que a Pepa la asesinaron por lesbiana. Tuvo muchas resistencia de parte de la justicia cordobesa pero peleó duramente su decisión hasta que el fiscal del caso empezó a identificar la violencia de género cuando la letrada demostró que Torres era el único varón involucrado en todo esto: “con esta demostración de pruebas el fiscal me dice que sí, que él ve una cuestión de violencia de género. De todos modos no lo puede identificar como una cuestión de crimen por ser una lesbiana. En la sentencia se termina reconociendo que es la orientación sexual de Pepa y de Dayana y su relación lo determinante en este caso, pero no se lo da por acreditado, que son dos cosas diferentes” (entrevista a la doctora Milisenda en Boquitas Pintadas del diario La Nación).
Hoy Pepa es un emblema de lucha, pero también es un emblema de la denuncia de esa justicia a medias que para algunas y algunos sigue siendo más ciega que nunca.
Como escribió Vale Flores: “…es hora de un decir que deje la modosidad a un lado, que reclute la astucia anfibia con la que aprendimos a sobrevivir, que extirpe escuchas y ánimos del torrente musical soporífero de la igualdad conquistada, porque nos urge la impaciencia que incendie la lengua por un decir que diga que tu nombre, Pepa, es el nombre de una justicia”.
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