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¿Debe el Fondo Mundial ampliar su mandato?

A propósito de la Pandemia del COVID-19 y el rol que viene jugando el Fondo Mundial, canalizando recursos para la respuesta a esta crisis sanitaria, algunos han empezado a empujar la agenda para ampliar el mandato del Fondo Mundial a otros temas de salud. ¿Es ese el camino?

Al poco tiempo del inicio de la pandemia, algunos países donantes eligieron al Fondo Mundial para el sida, la tuberculosis y la malaria como agente fiscal para canalizar cuatro mil millones de dólares americanos de ayuda de emergencia para el COVID-19. Esto desató un lobby, liderado por los cargos más altos de la Secretaría del Fondo Mundial, para dar, una vez más, la discusión sobre la necesidad que el Fondo amplíe el mandato a otros temas de salud. ¿Un Fondo Mundial para la Salud?

Un modelo único

El Fondo Mundial fue creado luego de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el sida en el 2001. Los Estados Miembros, en particular, los más ricos, identificaron la necesidad de crear un mecanismo especial para responder a tres enfermedades excepcionales, causante en la mayoría de las muertes por enfermedades transmisibles, el sida, la tuberculosis y la malaria.

La innovación en la creación del Fondo no se centró sólo en la apropiación nacional y el financiamiento basado en el desempeño de intervenciones basadas en las evidencias; sino, tanto o más importante, en la introducción de una estructura de democracia sanitaria inédita, los Mecanismos de Coordinación Nacional. Un espacio donde todos los actores claves de la respuesta tenían un lugar en la mesa para elaborar las propuestas y supervisar estratégicamente los avances o retrasos de las subvenciones. Asimismo, las propuestas se han evaluado por un panel técnico revisor independiente de expertos y se contó con el monitoreo de la gestión de los recursos a cargo de los Agentes Locales del Fondo, y en caso de malversaciones, otro mecanismo independiente: la Oficina del Inspector General.

No sólo la misión y visión fundacional, terminar con las epidemias, está lejos de cumplirse, sino que aun cuándo el Fondo Mundial ha movilizado sumas billonarias cada tres años estas apenas representan la mitad de lo que se estima es necesario invertir para controlar las tres epidemias. Y esto sólo está disponible, producto de una miopía intencional sobre los países elegibles sólo por su carga de enfermedad y renta per-cápita. Y un proceso absolutamente errático de transición y sostenibilidad para aquellos países que son desfinanciados por el Fondo.

Misión incumplida

Según el Fondo Mundial, este colaboró en el 2019 con proveer veinte millones de tratamientos para personas con VIH, el tratamiento de cinco millones setecientos mil personas con tuberculosis y la distribución de ciento sesenta millones de mosquiteros para prevenir la malaria, de acuerdo con sus tres indicadores principales.

Los números son impresionantes y muy significativos; sin embargo, cabe recordar que, por ejemplo, diecinueve millones de personas con VIH aún no reciben tratamiento antirretroviral. Y una situación similar se ve en las otras enfermedades. Por ende, el Fondo Mundial, como está, se encuentra lejos, junto con la inversión doméstica en salud y las tres enfermedades, de cubrir las brechas significativas para controlar o erradicar cualquiera de estas dos enfermedades.

¿Sí no se están logrando las metas centrales de este mecanismo, cuál es la justificación para ampliar el mandato a la salud global, a más enfermedades, incluyendo la preparación para futuras pandemias? Agendas políticas ambiciosas. Hay un secreto a voces y es que las próximas cosechas de recursos financieros serán escasos. Por ejemplo, el Reino Unido acaba de votar en su parlamento una reducción de su contribución internacional para la salud y el desarrollo, de 0.7% de su PBI a un 0.5%, lo que representa muchos cientos de millones menos de inversión.

El impacto de la pandemia del COVID 19 sobre las economías de los países más ricos, los tradicionales donantes internacionales, ha sido significativa. Pagar el costo de la respuesta sanitaria, social y económica a la pandemia “intramuros”, una crisis lejos de haber terminado, impactará en la cantidad de recursos disponibles para apoyar al mundo en desarrollo y financiar el cumplimiento de las metas de desarrollo sostenible. A través de los medios de comunicación locales, quiénes pagan sus impuestos (o los han dejado de pagar por la crisis) pondrán el ojo sobre cómo sus gobiernos invierten en sus presupuestos y una soñada recuperación pos-pandemia. Es un tema tabú, pero la respuesta global al sida, la tuberculosis y la malaria requieren de más dinero y es probable que éste no se encuentre.

La excepcionalidad no ha cesado

En este escenario de alta incertidumbre y pronósticos preocupantes, es difícil entender cómo hay gente entreteniendo la idea de ampliar el mandato del Fondo a salud, preparación para las pandemias y seguridad global. Nada de los recursos del financiamiento de un mandato ampliado tendría beneficios directos en mejorar los montos disponibles para el sida, la tuberculosis y la malaria. Quizás justifique la estructura de personal y la contratación de nuevos recursos humanos. Pero seamos claros, un mandato ampliado no sólo no mejorará los resultados en las tres enfermedades, sino que puede empobrecer aún más la gestión de estas.

Las tres enfermedades siguen siendo únicas y requieren respuestas excepcionales, esto no ha cambiado. No se ha reducido el número de nuevas infecciones y sólo muy pocos países han mostrado una caída en el número de personas que fallecen como consecuencia de éstas.

Es importante señalar que la mayoría de los representantes de la comunidad de los donantes y la sociedad civil en la Junta de Gobierno no están de acuerdo con una ampliación de mandato, y siguen de cerca el cumplimiento de los indicadores clave de desempeño del Fondo Mundial. Nadie duda que, ante la emergencia, la estructura del Fondo fue instrumental para enviar dinero a los países para cubrir las necesidades de oxígeno, tratamientos de terapia intensiva y equipos de protección personal. En las propuestas aceleradas (fast-track) y también en las propuestas completas que se están distribuyendo ahora, hay tres grandes déficits: La integración de los recursos excepcionales para COVID con la respuesta al sida, la tuberculosis y la malaria, las propuestas son centralizadas en los Ministerios de salud, y aun cuando la participación de la sociedad civil es un requisito, casi está ausente.

Ya se venía viendo una caída en el desempeño de las subvenciones del Fondo, una tendencia evidente antes de la aparición del coronavirus. Hoy enmascarada, lógicamente, en la crisis sanitaria

Sí el modelo del Fondo Mundial fuera tan bueno como sostienen los promotores de la ampliación del mandato, creo que se podría proteger la misión central del Fondo con la continuidad de su mandato fundacional y, en todo caso, transferir los conocimientos y experiencias a otro mecanismo. No habrá un dólar para preparación de las pandemias y otros temas de salud que se pueda distraer para ampliar la inversión en las tres enfermedades. La secretaria del Fondo Mundial tiene por delante el mayor de los desafíos. Cuando el momento de la nueva realidad, la pos-pandemia, llegue, el asocio del Fondo deberá recuperar las pérdidas en las respuestas a las tres enfermedades y la destrucción en sus programas como resultado del COVID-19. Recuperación, reconstrucción y recuperar el trabajo devastado en sida, la tuberculosis y la malaria. Cualquier otra cosa es simple oportunismo.

País: Internacional

Acerca del autor

Javier Hourcade Bellocq

Editor responsable de Corresponsales Clave y Representante Regional de América Latina y el Caribe | Argentina
Organización:International HIV/AIDS Alliance

Javier Hourcade Bellocq es el Editor Responsable de Corresponsales Clave y trabaja en VIH desde 1987. Fue uno de los fundadores y el primer Secretario Regional de la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH (RedLa+). Desde 2003, Javier trabajó para la International HIV/AIDS Alliance (Frontline AIDS), primero como Oficial de Programas Senior a cargo del programa de la Alianza en Ecuador, y desde 2005 como Representante Regional para América Latina y el Caribe. Javier es miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.

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