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El silencio no es inocente

Editorial - Hace más de dos años que venimos denunciando la crisis sanitaria, humanitaria y alimentaria en Venezuela y los progresivos desabastos de medicamentos e insumos preventivos, en general, y particular para el SIDA, la TB y la Malaria. El Fondo Mundial para el SIDA, la TB y la Malaria sigue dando la espalda a un país y su gente que se muere por política y burocracia

¿Qué estamos haciendo por Venezuela? ¿Qué habremos hecho por éste país y su gente?

Estas, y otras preguntas, siguen pendientes desde hace unos años. Y la eficacia en haber colaborado en proveer una respuesta (o no) será algo que cargaremos en nuestras conciencias. Millones de venezolanos habrán migrado, pero otros tantos no lo habrán conseguido, y sobrevivirán hambreados y enfermos, o morirán de problemas de salud, simples o complejos, prevenibles, tratables o curables. El «día después del régimen» las misiones humanitarias encontrará una insidiosa desnutrición irresoluble y nuevas cepas de resistencia viral y bacteriana en un pueblo cada día más doliente.

 

¿Por qué?

Por una, a veces miope, política y burocracia de los países más desarrollados y ricos del planeta, que aún compran petróleo muy barato por dinero que irá a los bolsillos de un gobierno corrupto, dejando vestigios de la Venezuela, que otrora fuera un país rico, aunque ese bienestar estuviera concentrado en una micro-minoría de políticos y empresarios. Hoy, ni eso queda.

Veamos por ejemplo la respuesta del Fondo Mundial para el sida, la tuberculosis y la malaria a la crisis: desde hace más de dos años que este mecanismo, que moviliza billones de dólares al año para responder y poner fin a las tres enfermedades, no ha logrado articular su interés en salvar vidas en Venezuela.

El Fondo esta sentado sobre miles de millones en un banco de Suiza, dinero que países prioritarios -la mayoría en el continente africano-, no pueden absorber, gastar e invertir de acuerdo a lo planificado. No está de más recordar que el dinero en una cuenta bancaria solo da intereses, no salva muchas vidas.

Mientras tanto, se espera que el Fondo Mundial dedique un tiempo sustancial de su agenda, en la próxima reunión de la Junta, en mayo, en cuestiones internas y auto-referenciales sobre: una mejor gobernabilidad, cómo elegir mejor sus autoridades, sobre la evolución de los mecanismos coordinadores de país y sobre cómo atraer y acomodar nuevos donantes.

Aunque, al menos, el Comité de estrategias, designó a un grupo de trabajo para estudiar como el Fondo Mundial podría, eventualmente y en un futuro, responder en forma limitada a los países en crisis. Las recomendaciones serán presentadas en la reunión y será la última oportunidad en que la junta podría considerar hacer algo con los países en emergencia y sus ciudadanos en vía de extinción. Es probable también que el caso se archive. Esto forma parte de un problema más sistémico que tiene a las organizaciones multilaterales atrapadas en sus procesos internos más que en salvar vidas.

El costo de la oportunidad

El Fondo Mundial orgulloso muestra al mundo que, gracias a su financiamiento en programas existen: once millones de personas que hoy viven (y no mueren) con VIH, 17,4 millones de personas testeadas y tratadas por tuberculosis y 795 millones de mosquiteros distribuidos. Cifras asombrosas y muy valiosas. Lo que no es evidente en estos datos es, dónde se salvan esas vidas, y  cuál es el costo de la inacción y la omisión en muchos otros países donde, más allá de su renta per cápita o las agendas geopolíticas, las epidemias están diezmando a nuestra gente. No debe ser fácil jugar se Dios, transformar la respuesta a las enfermedades en un triage de sala de emergencia, decidiendo quién vive y quién muere, dónde se vive con las enfermedades y dónde se muere por ellas. Sin embargo, la gente migra en dolorosas diásporas. Las epidemias no conocen de fronteras y la resistencia viral y bacteriana se nutre de la pobre política sanitaria y humanitaria. Las declaraciones políticas de jefes de estado y sus embajadores no tienen efecto antiviral y no llenan los estómagos, muchas son solo una sobreactuación.

El Fondo Mundial puede aún hacer lo correcto. Y los países donantes, los más agraciados, reunidos en grupo de los 20, pueden hacer una diferencia. Las Agencias del Sistema de Naciones Unidas pueden y deben hacer más y mejor. Nosotros, la sociedad civil organizada, debemos dejar de jugar a la diplomacia, embelesados por el brillo de pertenecer a clubes exclusivos, y volver a ser impacientes y eficaces activistas. Nosotros tenemos un mandato intangible y una representación difusa para luchar o al menos dejar de ser cómplices.

Reunión Virtual con la Sociedad Civil Venezolana

20 de Abril, a las 11 de Caracas

Agendatelo en http://bit.ly/2GZ4rFK
Ingresa a la reunión en éste vínculo: https://global.gotomeeting.com/join/294964381

País: Venezuela

Acerca del autor

Javier Hourcade Bellocq

Editor responsable de Corresponsales Clave y Representante Regional de América Latina y el Caribe | Argentina
Organización:International HIV/AIDS Alliance

Javier Hourcade Bellocq es el Editor Responsable de Corresponsales Clave y trabaja en VIH desde 1987. Fue uno de los fundadores y el primer Secretario Regional de la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH (RedLa+). Desde 2003, Javier trabajó para la International HIV/AIDS Alliance (Frontline AIDS), primero como Oficial de Programas Senior a cargo del programa de la Alianza en Ecuador, y desde 2005 como Representante Regional para América Latina y el Caribe. Javier es miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.

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