Las personas con VIH se están haciendo mayores. Existen interrogantes y dudas sobre lo que significa envejecer con VIH y acarrear dificultades extras. Es un tema que todavía no se hace presente en las agendas de los gobiernos y tampoco se aborda en los espacios de atención o de incidencia política desde la sociedad civil.
Corresponsales Clave buscó -sin mucho éxito- información sobre estudios que hayan puesto en el centro las necesidades de la población adultas mayores con VIH. Estos hallazgos, o la ausencia de ellos, evidencian que hace falta contar con políticas públicas que visibilicen las especificidades de las diferentes poblaciones que viven con VIH y envejecen y sus necesidades específicas en contexto de las respuestas a su salud.
Aunque no existen datos oficiales, se presume que en República Dominicana cerca del 28 por ciento de las personas con VIH sobrepasan los 50 años y el 6 por ciento son mayores de 65. Conversamos con encargados de cuatro de los principales servicios de atención en el país para verificar algunos datos y nos encontramos con un panorama bastante claro sobre la situación, al mismo tiempo que desesperanzador para los usuarios que declararon no tener visión clara sobre su salud en los próximos diez años.
Doña Clara tiene 69 años y nos cuenta: “ fui diagnosticada con VIH en 1995 y cinco años después entré a terapia con antirretrovirales, he pasado por tres esquemas diferentes de medicamentos; mi cuerpo no solo se ha transformado en el exterior, (…) y sé que no es solo por la edad, sino también efecto de la medicación; siento muchos dolores en mis articulaciones y cansancio pero no parece existir respuesta para hacer más llevaderos mis achaques, pienso que los servicios de salud deberían integrar geriatras en su cartera”.
Según la publicación “LO POSITIVO” de Gtt- VIH, “La infección por el VIH se asocia a un envejecimiento prematuro y acelerado, lo que puede derivar en un mayor número de enfermedades vinculadas a la edad que se desarrollan más temprano y con una mayor frecuencia que en la población general. Esta nueva cara de la epidemia requiere un modelo asistencial que, centrado en el paciente, aborde la enfermedad de manera integral y compartida entre los diferentes niveles asistenciales”.
Lidiar con los efectos de la vejez en países donde la atención es deficiente significa todo un desafío tanto para los pacientes como para los prestadores de servicios que se sienten comprometidos con brindar opciones que mejoren la calidad de vida de quienes acuden en busca de atención. Se suma a esta situación el tener que desplazarse continuamente al hospital lo que significa más gastos en transporte, pago de consultas si no cuentan con seguro médico, así como el pago de algún tipo de medicamento o pruebas de laboratorio. Todo ello provoca que muchas veces no tengan atención oportuna ante enfermedades que pueden ser tratables e incluso prevenibles.
Una médica de la ciudad de Santo Domingo refirió que en muchas ocasiones le ha tocado referir personas envejecientes a otras consultas, pero encuentran barreras que le imposibilitan acceder al servicio solicitado porque algunos médicos entienden que las personas con VIH ya tienen su médico de cabecera y que debiera ser el responsable de su salud, “se ha dado el caso incluso de médicos que me han dicho que el doctor de atención integral debe saber de todo un poco para que atienda a sus hijos (refiriéndose a los usuarios), al tiempo que dicen no tener experiencia en el manejo de estos casos.”
Es evidente que los especialistas en VIH necesitan contar con otros especialistas para abordar las complicaciones asociadas a la edad en las personas con VIH y que esa atención diferenciada debe estar dentro de la cartera de servicios que brinda la unidad. Debemos volver la mirada de forma analítica hacia las deficiencias que con el pasar de los años se hacen presente en la atención integral y reenfocarla hacia un nuevo modelo de atención mucho más inclusiva y específica, tomando en cuenta que dentro de los grupos claves existen otros subgrupos que quizás, de manera inconsciente y como resultado de un sistema de salud que no responde a sus necesidades, están siendo segregados y que debe ser visibilizado por sociedad civil.
Don Jacinto tiene 75 años y fue diagnosticado con VIH hace 24. Él nos cuenta que desde siempre su principal problema ha sido su bajo peso, situación que se agudiza con la edad y por efecto de la medicación; dice que no cuenta con recursos para tener una alimentación balanceada pero tampoco para ver a un especialista en nutrición puesto que en el lugar donde se atiende no cuenta con este servicio.
En ese sentido conversamos con la doctora Kenny Valdez, nutrióloga y especialista en VIH. “En nuestro sistema de salud (a) la nutrición, como especialidad médica, aún no se le da debida importancia y el reconocimiento necesario, mucho menos si nos enfocamos en el grupo de personas que viven con VIH. Promover un buen estado nutricional en estos pacientes tiene múltiples beneficios en cuanto a la mejora de la respuesta a la terapia antiretroviral disminuyendo la morbilidad y mortalidad sobre todo en personas de avanzada edad”, dijo.
Agregó que debemos abogar para que en los servicios de salud se integre la salud nutricional como una prioridad junto con un equipo multidisciplinario que interactúe en favor de que los adultos mayores puedan disfrutar con mayor y mejor plenitud sus vidas.
Animamos a las organizaciones de la sociedad civil a desarrollar proyectos que integren a los adultos mayores y sus necesidades, a realizar estudios con esta población y también solicitamos a las agencias de cooperación internacionales a mirar hacia este grupo con el objetivo de ampliar el alcance sin que dejemos a nadie atrás.
República Dominicana 
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