Argentina y su presidente, Mauricio Macri, serán anfitriones de la edición 2018 de la reunión del Grupo de los 20, un raro club de membresía heterogénea de los países más ricos del mundo y algunas economías emergentes.
Durante todo el presente año se desarrollaron trabajos temáticos por grupos de afinidad. Dentro del grupo de sociedad civil – el C20-, se creó un grupo de trabajo de Salud Global, coordinado por Kurt Frieder, presidente de la Fundación Huésped y Masaki Inaba de Japón. La participación de Inaba es clave porque la próxima sede del G20 será en Japón.

Existen también otros grupos de afinidad sobre Salud (H20), sobre Género y mujeres (W20), Educación, Negocios, etc. El trabajo del grupo de afinidad de Salud, coordinado por el (Ex) Ministerio de Salud argentino fue paupérrimo, la sherpa de salud y el equipo que configuraron tenía un absoluto desconocimiento de los temas de salud regional y global, y eso quedó en evidencia en los resultados. Fundamentalmente, H20 –estimamos que por ignorancia- no tuvo ninguna predisposición para abrir un diálogo fluido con sociedad civil y, en particular, con el grupo del C20, arriba mencionado.
Los principales temas en agenda de la salud, empujados por el gobierno argentino, son Obesidad Infantil y Resistencia Micro-bacteriana. Un grupo de ONG Internacionales, el Fondo Mundial para el sida, la tuberculosis y la malaria, Stop TB, UNITAID, entre otros, realizaron viajes para incidir que la declaración incluyera lenguaje sobre estas enfermedades y se apoyó a algunos grupos locales para incidir; pero pocos frutos rindieron.
Como decíamos, el borrador de la declaración omite -por ahora- estos temas; sin embargo, algunas ONG, como Results UK, en otros países miembros están proponiendo un nuevo lenguaje en la declaración, que reproducimos a continuación, subrayando la propuesta:
Encomiamos el progreso realizado por la comunidad internacional en el desarrollo de los Planes de acción nacionales de One Health sobre resistencia antimicrobiana. Reconocemos la declaración política de la primera Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la TB y nos comprometemos a cumplir el primer objetivo mundial de la RAM para tratar a 1,5 millones de personas con TB resistente a los medicamentos, incluidos 115.000 niños. Abordaremos la desnutrición, con un enfoque especial en el sobrepeso y la obesidad infantil. Reafirmamos la necesidad de contar con sistemas de salud más sólidos para lograr un mejor acceso a la atención médica y mejorar su calidad, a fin de alcanzar la Cobertura Universal de Salud para 2030. Reconocemos el rol del Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria en la respuesta a las enfermedades infecciosas y el fortalecimiento de los sistemas de salud y nos comprometemos a apoyar su reabastecimiento en 2019. Contribuiremos a fortalecer las capacidades para responder a emergencias de salud, especialmente en los países en desarrollo.

La Declaración cuenta con 30 párrafos y como va a ser sujeta a negociación durante la cumbre, en los próximos días, hoy solo está disponible en inglés en este vínculo: https://goo.gl/NSqGur
Pan y circo
El segundo día de la cumbre coincide con el primero de diciembre, Día Mundial de lucha contra el sida y algunas organizaciones hemos intentado que -por lo menos- los jefes de Estado, en la famosa foto de los 20 formados, utilicen una cinta roja. Hasta esto, que es un detalle menor, parece que será muy difícil.
Debemos rescatar que el gobierno japonés ya se ha comprometido con incluir los temas y enviar un mensaje claro al G20 buscando el apoyo a los procesos de reaprovisionamiento de recursos del Fondo Mundial que inician el próximo año.
Mientras tanto, la ciudad de Buenos Aires, capital de la Argentina, un país que atraviesa una profunda crisis económica (devaluación del 100% de la moneda y un 40% de inflación en 2018), con un presidente fuertemente cuestionado por su liderazgo, se prepara para este costoso show. La capital estará sitiada y militarizada por tres días para que se muevan con libertad los contingentes propios de las y los jefes de Estado, con sus propios ejércitos de seguridad. Un circo que en su mayoría será pagado por los anfitriones que gobiernan un país con un tercio de su población bajo de la línea de pobreza.
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