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Editorial: Muchas gracias, pero no es suficiente

Hace unos días concluyó la conferencia de reaprovisionamiento de recursos del Fondo Mundial para el sida, la tuberculosis y la malaria en la que se alcanzó el resultado esperado de catorce mil millones de dólares americanos. Pero no es suficiente.

El Gobierno Francés fue el anfitrión, en la Ciudad de Lyon, de la conferencia de reaprovisionamiento de recursos financieros para el Fondo Mundial, que se realiza cada tres años con el fin de asegurar la continuidad de los programas. Este evento es el paso final de un proceso de reuniones bilaterales en las capitales de los países donantes para asegurar compromisos financieros sustanciales. La incidencia es acompañada por la sociedad civil local, normalmente con un mayor grado de influencia, y la global, como, por ejemplo, la Red de Activistas del Fondo Mundial (GFAN, por sus siglas en inglés). Esta última reúne a activistas de sociedad civil de todo el mundo que trabajan en forma constante apoyando los procesos de movilización de recursos.

La incidencia con los países es acompañada por la sociedad civil local e internacional.

Los mecanismos empleados por la secretaria el Fondo Mundial y por la sociedad civil más comprometida en estos esfuerzos tiene, en ocasiones, metodologías, al menos controvertidas y la “cocina” de las donaciones varía según el país. Estudiemos algunos ejemplos:

Embajadores: Tanto el Fondo como GFAN y algunas ONG internacionales organizan tours con personas viviendo con las enfermedades, personas más vulnerables y afectadas por el sida, la tuberculosis y la malaria. El discurso puede variar, pero normalmente se trata de exponer a personas cuyas “vidas han sido salvadas” por el Fondo Mundial. Estas visitas son para sensibilizar, conmover y agradecer, tres acciones necesarias; pero lo controversial es el uso de las “víctimas”. Los Embajadores normalmente no se reúnen con quiénes toman las decisiones finales por lo que su eficacia podría ser cuestionable, como el abordaje en sí. Cómo un país donante decide su contribución a cualquier agencia y organización multilateral es mucho más complejo que un burócrata sensibilizado.

Las Asignaciones: Muchas veces el gobierno y su gabinete fija una política de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Muchos de los recursos son dirigidos a diferentes agendas cambiantes (en la actualidad prima el apoyo al medio ambiente), los receptores principales son por lo generales los países de renta baja que son excolonias, seguido por otros países más afectados por la pobreza y las enfermedades.

La Sociedad Civil francesa se llevará el principal reconocimiento por su tenacidad y la influencia sobre la administración de Macrón, para dar y desafiar a los otros países a poner más.

Aun cuando la totalidad de América Latina esta conformada por territorios que fueron colonias, la mayoría de las ahora repúblicas que conquistaron, invadieron y sometieron, no son los que más recursos reciben. Hablar de los imperios y sus conquistas se ha vuelto un tema incómodo, políticamente incorrecto y tabú, lo que desvía cualquier posibilidad de discutir la responsabilidad y reparación. El neocolonialismo es el modelo contemporáneo de reemplazo y la cooperación bilateral, los prestamos y las políticas de importación de productos de consumo son las nuevas herramientas. En términos de equidad, siempre parece que para que unos pocos les vaya muy bien muchos más deben seguir pasándolo mal. Hay un grado de responsabilidad en nuestros gobiernos que necesitan de estos pactos implícitos y se benefician.

La incidencia política de la sociedad civil: Los gobiernos desarrollados son y serán más susceptibles a la influencia, incidencia y presión de las ONG locales; muchas de las cuales tienen equipo de abogacía bien preparados y asignan recursos para ellos. Pero son tiempos de sequía y los gobiernos están invirtiendo muchos menos recursos en sus ONG y los mecanismos multilaterales. En este ejercicio de reaprovisionamiento, una de las tácticas fue que los países incrementaran entre un 12 y 15% su contribución respecto de la que se hizo hace tres años. Esto sólo se alcanzó en un número limitado de países. Es temporada de ajusté del gasto público, por lo que veremos una reducción de la inversión internacional para el desarrollo, lo que sin duda afectará el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sustentable.

Creo que la Sociedad Civil francesa se llevará de esta reunión el principal reconocimiento por su tenacidad y la influencia sobre la administración de Macrón, para dar y desafiar a los otros países invitados en Lyon a poner más.

Competir entre pobres por quién pone más: El Fondo Mundial, por cuenta y orden de los donantes, ha incluido la táctica para que los países implementadores, en vías de desarrollo, realicen compromisos y contribuciones al Fondo. Quizás uno de los mecanismos más controvertidos. Los principales países de renta media y baja donan al Fondo un millón o algo más, sin embargo, no incrementan sus presupuestos nacionales en salud y para responder a las tres enfermedades; no cumplen con la contrapartida de dinero que acuerdan en las subvenciones del Fondo Mundial, y lógicamente no están en condiciones de donar. Pero sentados alrededor de una mesa de un palacio en Francia, con cubiertos de plata y copas de cristal, prometen recursos que no tienen. Incluso compiten. Por ejemplo, si el Gobierno de Mali ofrece un millón, será seguido por otro país de África que ofrecerá un millón y medio. Como una subasta. Y hablamos de países que incluso tienen serios problemas de absorber el dinero que el Fondo Mundial les ha asignado.

Fue un exitoso ejercicio de reaprovisionamiento, con la salvedad que faltó más del 20% de lo que se estimó necesario.

Las donaciones de los países implementadores: Siguiendo la línea de pensamiento de arriba, no tienen sentido alguno que un país de renta baja, es decir con niveles altos de pobreza y bajos de desarrollo, casi sin infraestructura y con las prevalencias más altas del VIH, TB y malaria, con epidemias generalizadas, donen al Fondo Mundial. Los porcentajes de contribución a los presupuestos de salud de estas naciones son gravemente insignificantes. En abril del 2001, en la Ciudad de Abuja, veintiséis países se comprometieron a incrementar la inversión doméstica en salud en un 15%. Sobran los dedos de una mano para contar quiénes cumplieron con estos compromisos. Entonces, ¿cuál es la finalidad de esperar que estos países donen a una cuenta del Fondo Mundial en Ginebra? Por marginal que sean estas contribuciones, no sería mejor que se quedarán y se usaran en el país.

El Fondo Mundial También ha intentado que los países de renta media que ya no tienen acceso a los recursos del Fondo o están transicionando fuera de este, también contribuyan. Es una ambición altamente irónica; los países de Europa del Este, Asia Central, el Sudeste Asiático, Latinoamérica y el Caribe son países en vías de desarrollo, y si hay recursos para salud y desarrollo deben ser invertidos nacionalmente. Porque, primero que nada, son los ciudadanos de dichas naciones quienes tienen el derecho a la salud, cuya realización tiene grandes brechas.

Muchas gracias, pero no alcanza

En esta coyuntura mundial, movilizar catorce mil millones para la lucha contra el sida, la TB y la malaria es una proeza; sin embargo, la demanda de recursos es mayor. El Fondo Mundial desarrolló un caso de inversión que incluía el monto necesario para seguir avanzando y creciendo con los programas en los próximos tres años, la suma era de dieciocho mil millones. Entonces, fue un exitoso ejercicio, con la salvedad que faltó más del 20% de lo que se estimó necesario. Algunas organizaciones han estimado que para lograr las metas de eliminación o control eficiente de las tres enfermedades se necesitan de donaciones internacionales, más de treinta mil millones, y acusan al Fondo Mundial de acordar con los donantes cuánto se podía pedir. Y no es la primera vez que el Fondo prioriza la comodidad de sus donantes, construyendo una narrativa triunfalista de una gesta heroica que no resiste los números.

Terminada la conferencia, lógicamente, cabe agradecer a los gobiernos y los activistas de los países financieramente más sanos por volver a apostar en el Fondo Mundial, pero también urge buscar la forma de cerrar las brechas de los recursos faltantes. Hay un efecto secundario de la comunicación centrada en el éxito y es que los países implementadores, beneficiarios y receptores de los recursos encuentran la lógica perfecta para aumentar sus expectativas de recibir dinero externo, lo que sin duda le garantiza una postura muy cómoda.

Terminado le proceso de pedido de recursos, es urgente: primero, garantizar que las promesas se transformen en efectivo, en donaciones reales, y segundo, intensificar el trabajo de movilización de recursos domésticos. La única forma de controlar y erradicar estas y otras enfermedades es con un incremento sustancial de las asignaciones locales de recursos en los países afectados. Aún hoy, el total de la inversión doméstica en salud, como en sida, TBC y malaria, aunque nadie puede proveer estimaciones creíbles, en todos los escenarios supera muchas veces lo que invierte internacionalmente. Algunos dicen que la relación supera el cinco a uno.

Sin embargo, no debemos olvidarnos de la sustentabilidad, además de financiera, política. Cada vez que el Fondo se retira de un país, los Mecanismos de Coordinación de País desaparecen rápidamente, y con ellos la participación de las personas afectadas por las enfermedades y las poblaciones clave. La tan mentada contratación de la sociedad civil con recursos del Estado también se esfuma. Prácticamente no existe “contratación social” en los países que ya no tienen Fondo Mundial y muy pocas OSC y ONG sobreviven luego de la partida. Y por último, desaparecen los programas y políticas incómodas para los gobiernos, como por ejemplo los servicios dirigidos a personas que usan drogas, personas trans, gais y mujeres trabajadoras sexuales, en algunos casos, con aumentos en la criminalización de estas poblaciones.

El Fondo Mundial ganó tiempo y crédito, pero urge una nueva estrategia, pues los logros vienen acompañados de una dependencia y los diecinueve millones de “vidas salvadas”, con tratamiento para el VIH hasta el 2018. Muchas vidas, si no hacemos las cosas mejor, seguirán dependiendo de este mecanismo, una organización cuyo grado de sustentabilidad en el mediano y largo plazo es difícil de definir, dada su dependencia de las donaciones caritativas internacionales.

Acerca del autor

Javier Hourcade Bellocq

Editor responsable de Corresponsales Clave y Representante Regional de América Latina y el Caribe | Argentina
Organización:International HIV/AIDS Alliance

Javier Hourcade Bellocq es el Editor Responsable de Corresponsales Clave y trabaja en VIH desde 1987. Fue uno de los fundadores y el primer Secretario Regional de la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH (RedLa+). Desde 2003, Javier trabajó para la International HIV/AIDS Alliance (Frontline AIDS), primero como Oficial de Programas Senior a cargo del programa de la Alianza en Ecuador, y desde 2005 como Representante Regional para América Latina y el Caribe. Javier es miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.

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