Para América Latina en su conjunto ha sido un buen año en la lucha contra la homofobia, en el que se han consolidado los avances en los compromisos políticos gubernamentales que se tradujeron por ejemplo en una valiente declaración de la Organización de los Estado Americanos (OEA) que cubrimos en este artículo.
Sin embargo, son pocos los países, de los que aparecieron en la foto de la OEA, que han honrado sus compromisos con cambios legislativos concretos al regresar a casa. Hay en camino leyes de matrimonio igualitario y identidad de genero en países de la región, pero estos son el resultado del trabajo de advocacy de la base, de organizaciones y grupos que desde hace años han priorizado estos temas.
Argentina, Uruguay y México (solo en el Distrito Federal) tienen leyes de identidad de género y hay proyectos de ley en Bolivia, Guatemala y El Salvador que serán presentados a los respectivos Cancilleres en la próxima reunión de la OEA que comenzará los primero días de Junio en Asunción, Paraguay. Ocasión en la que otras organizaciones de la diversidad llevarán a la mesa de discusión otros temas de Derechos Humanos y la comunidad LGTBI.
Hay toda otra ruta que seguir el día después que una de estas leyes se aprueban. Una ley de identidad de género que no venga acompañada de un presupuesto que permita poner en marcha los servicios y derechos que garantizan en su texto, es letra decorativa. Las leyes positivas y progresistas gatillan y catalizan los cambios culturales y sociales que reducen la discriminación y la violencia, pero es imperativo acompañarlas de recursos financieros que hagan posible su adecuada implementación.
La pregunta que uno se hace es ¿son eficaces estos espacios de diálogo gubernamental multilateral como la OEA? Creo que si lo son, si se acompañan con acciones nacionales. Por ejemplo con la existencia en el país una red de organizaciones dispuestas a dar seguimiento a los compromisos retóricos en ámbitos internacionales de ministros y embajadores. Lamentablemente no podemos decir aún que las declaraciones de estos espacios hayan, por sí mismos, contribuido a disminuir la violencia y los crímenes de odio homofóbicos y transfóbicos que azotan a América Central.
Por último, es importante no perder de vista la existencia e influencia de los grupos evangélicos conservadores , que como en África, están presionando a los gobiernos de Brasil, Haití y algunos países en Centro América para retrotraernos al pasado de la discriminación y el odio. No debemos bajar la guardia!
Javier Hourcade Bellocq
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