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Que no nos roben la libertad: “cómo responder la pandemia del odio”

Partiendo de la necesidad de entender “la nueva realidad de vivir en la postpandemia del COVID-19 y del Monkey Pox o mpox”, se hace relevante la pregunta ¿en qué consiste esta nueva realidad, sabiendo que en muchos países las personas que está en los márgenes siguen enfermando y muriendo por complicaciones relacionadas con estas y otras enfermedades transmisibles?

Al mismo tiempo, estamos atravesando una profunda crisis global del odio contra los derechos y la vida de las comunidades LGTBIQ+ y de las mujeres, en manos de las cruzadas cristianas.

La desigualdad en las emergencias sanitarias

El COVID-19 nos enseñó que los sistemas y servicios de salud en los países no estaban preparados para responder, independientemente de su renta per cápita y la solidez de su sector sanitario. Además de la alta letalidad de la pandemia, ésta dejó al desnudo las inequidades y las formas insidiosas de marginalización en todas las regiones. Igualmente, hubo espacios donde la enfermedad fue menos democrática, cuando los países ricos alcanzaban altos grados de inmunización contra el COVID-19, los países pobres apenas superaban los dos dígitos.

Por otra parte, hace un año, apareció otra emergencia sanitaria de interés público, la Viruela Símica o mpox. Cuya diferencia fundamental fue que en occidente afectaba sobre todo y casi exclusivamente a hombres Gays y Bisexuales. Esta forma de viruela nos mostró las diferentes caras de la discriminación: por un lado, la endemia de Monkeypox en una serie de países africanos que no recibieron ningún apoyo adicional para erradicar esta forma de viruela letal. Por otra parte, mientras que en las principales capitales de los países desarrollados los grupo demográficos dónde más circuló el mpox tuvieron disponibilidad de vacunas, en el resto del mundo nos tuvimos que arreglar sólo atendiendo los síntomas de la enfermedad.

Es claro que la respuesta significativa al COVID-19 tuvo que ver con su capacidad de circular entre cualquier persona, su letalidad asociada a la edad y las comorbilidades. Así el mundo demostró su capacidad de producir un abanico muy amplio de vacunas. Sin embargo, la respuesta al mpox quedó relegada a la comunidad LGTBIQ+ y las organizaciones comunitarias con trabajo en VIH. Por ser un problema de los marginados no fue jamás un asunto de Estado. En consecuencia, sufrimos la incapacidad de acceder al número necesario de vacunas.

Irónicamente, la respuesta al mpox fue extraordinaria en muchos países que lograron reducir la transmisión en un 90%. En la conferencia de prensa sobre la mpox, la semana pasada, el director general de Organización Mundial de la Salud (OMS), el director del Departamento de Emergencias y la vicepresidenta de la Comisión Internacional de Emergencia de mpox que asesora a OMS, reconocieron que en un año fue posible resolver esta emergencia gracias a la respuesta de la sociedad civil y las poblaciones afectadas, las que adaptan sus comportamientos para reducir la exposición hasta que “amainara la tormenta”.

La pandemia del odio

Mientras en el mundo hicimos frente a la crisis del COVID-19 y el mpox, siguió creciendo y afianzándose una segunda amenaza que llamaremos “la pandemia del odio”.

Hace más de una década venimos viendo el crecimiento de un movimiento global anti-derechos, que ha ido contra la libertad de nuestros cuerpos (usando como punta de lanza el movimiento antiaborto) y de todas las manifestaciones de la diversidad, orientación sexual e identidad de género (usando la criminalización de las comunidades LGTBIQ+). Muchos creen que esta situación se circunscribe a un grupo de países de África del sur y del este, pero este fenómeno también se está afianzado en América Central, Brasil, y ya se lo pueden encontrar en Europa del Este y dentro de los Estados Unidos de Norteamérica. La introducción de una ley en Uganda, que criminaliza las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, es un síntoma localizado, pero representa la punta del Iceberg.

¿Quiénes están detrás de esto? 

Grupos de fanatismo político religiosos, muy bien organizados, vinculados con las iglesias cristianas protestantes y  evangélicas, en el caso de muchos países de África como Uganda y Kenia. La lista de iglesias detrás de la ola anti-derechos, en particular homofóbica y anti-derechos sexuales y reproductivos, por ejemplo, en los Estados Unidos, se extienden y organizan en misiones que recaudan dinero de donantes individuales, del diezmo, las empresas y el mismo gobierno norteamericano. Recursos que se usan para la propaganda, la compra de personas de influencia en los gobiernos, incluyendo a los parlamentos. Existen ya varios estudios que realizan el monitoreo de los orígenes y el destino de estos fondos.

Curiosamente, parte del discurso antigay, antiaborto y anti-derechos usan como bandera el señalamiento de que el acceso a estos derechos son una forma de introducir sistemas de creencias ajenos y pertenecientes a otras regiones, omitiendo mencionar que los derechos humanos son universales y que el origen de los fondos para la guerra contra la libertad es de origen externo también, de manos de una “moderna cruzada evangelizadora de occidente”.

¿Qué hacer?

  • Apoyar al valiente activismo en los países más afectados e incidir local y regionalmente para repeler el ingreso de estos grupos. Aun cuando sea un poco tarde, pues ninguna región se encuentra a salvo.
  • Denunciar a los gobiernos de países desarrollados que financian las misiones y las sectas religiosas fanáticas, detrás de estos movimientos que afectan nuestros países.
  • Analizar, diagnosticar, monitorear las narrativas y las rutas del financiamiento de estos movimientos, mapeando quiénes los lideran y quiénes los apoyan desde la clandestinidad, como también sus próximos objetivos.
  • Repensar cómo abordar a los movimientos de oposición, pues han dejado de estar centrados en la Iglesia Católica Apostólica y Romana, y en sus agendas contra los derechos sobre los cuerpos de las mujeres y personas de la población LGBTQ+. Teniendo en cuenta que las agendas vaticanas y sus brazos más conservadores han perdido mucho terreno frente a las otras iglesias.
  • Promover el conocimiento más integral sobre los efectos de estos proyectos y narrativas, entendiendo que van más allá del impacto en los derechos y la libertad, también limitan el acceso a comunidades enteras a la prevención y tratamiento de muchos temas de salud.

La solidaridad y el respeto a la otredad es un imperativo ético mundial para los países más afectados hoy,  pero también pensar que el próximo país alcanzado puede ser el propio. Los líderes cooptados han logrado que sean otras las manos que se manchen de nuestra sangre y hoy son turbas de personas las que arremeten contra las quienes forman parte de las poblaciones LGTBIQ+ y los activistas proderecho. Esta pandemia del odio ha llegado para quedarse, no es susceptible a vacuna alguna, pero necesita de acciones transnacionales bien coordinadas de manera urgente.

País: Internacional

Acerca del autor

Javier Hourcade Bellocq

Editor responsable de Corresponsales Clave y Representante Regional de América Latina y el Caribe | Argentina
Organización:International HIV/AIDS Alliance

Javier Hourcade Bellocq es el Editor Responsable de Corresponsales Clave y trabaja en VIH desde 1987. Fue uno de los fundadores y el primer Secretario Regional de la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH (RedLa+). Desde 2003, Javier trabajó para la International HIV/AIDS Alliance (Frontline AIDS), primero como Oficial de Programas Senior a cargo del programa de la Alianza en Ecuador, y desde 2005 como Representante Regional para América Latina y el Caribe. Javier es miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.

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