La economía está detenida, congelada, los Estados están obligados subsidiar personas y empresas. En el círculo vicioso donde no se produce, no se vende, no se proveen servicios, las empresas quiebran o no saben ni cómo ni cuándo reabrirán. Despidos masivos y comercios que no subirán sus persianas es un futuro posible; también se aniquilará el apetitito por las inversiones privadas.
Los gobiernos abrirán paulatinamente las actividades; dependiendo mucho de que no haya un rebote epidemiológico, aumentará las excepciones poco a poco, por medio de modelos de flexibilización vertical y también geográficamente, ya que hay zonas en nuestros países sin casos de transmisión comunitaria.

En la región, entre un 30 y 40% de las personas viven en algún nivel de pobreza, muchos sin servicios de saneamiento básico y en algunas formas de hacinamiento. Este segmento poblacional no puede continuar aislado, requiere de aperturas controladas y contenidas en barrios e incrementar la ayuda social y alimentaria. Si se responde a esto oportunamente, también se contendrá los potenciales estallidos sociales, donde ya sabemos quienes perderán.
Desde ya, debemos desterrar de nuestras fantasías el sueño con el día en que todo termine, una fecha en la que podamos andar por las calles sin restricciones y, por ejemplo, participar de eventos sociales o deportivos públicos. En caso de que la epidemia no sea estacional, es decir, no comience ahora a azotar el sur del hemisferio en la temporada otoño e invierno, la flexibilización será una probabilidad próxima en la mayoría de los países.
Los tiempos de la pandemia
Situándonos en el mejor de los escenarios, donde el aislamiento social o cuarentena logre de la circulación viral su menor expresión. Si el virus reduce su carga viral comunitaria y pierde su capacidad de circular entre personas sanas, todo esto nos presenta la posibilidad de controlar la pandemia, pero no erradicarla. El virus podría encontrar la oportunidad de encontrar rutas para su crecimiento exponencial hasta tanto no exista una vacuna o un tratamiento curativo.
Expertos estiman que una vacuna puede estar lista en 18 meses; estar lista es, en la línea de fabricación. ¿Cuánto costará? ¿Cuánto tiempo llevará el acceso para inmunizar a un número significativo de personas? Y si fuera estacional, requerirá de vacunación anual, por medios de campañas.

Como en otras enfermedades transmisibles, una élite tendrá primero el acceso a la vacuna o a la cura. Las vacunas y los estudios con drogas existentes para su uso con el Coronavirus están en marcha, pero aún es un pronóstico relativo la fecha en la que se tenga evidencia de su eficacia.
Aun cuando podamos circular más que en tiempos de la cuarentena, la realidad de vivir con el coronavirus estará a dos o más años de resolverse para la mayoría. Sigue siendo clave contener la circulación viral y creo que aquellos países que han tomado buenas decisiones a tiempo están viendo los beneficios. Pero no habrá erradicación o eliminación por años, por ahora, el coronavirus llegó para quedarse y lo que cambiará es la forma en la que nos relacionaremos con él.
La salud global y sus mecanismos
Analicemos un mecanismo emblemático, el Fondo Mundial para el sida, la tuberculosis y la malaria, que a fines del año pasado recaudó promesas de financiamiento record por una suma de 14 mil millones de dólares americanos, ¿qué pasará ahora? Los países más ricos del planeta han tenido que “romper el chanchito” para atender las necesidades económicas de la urgencia sanitaria y económica. Estados Unidos ya tiene más de 16 millones de pedidos de ayuda para desempleados y estiman necesitar trillones para cubrir los gastos y la inversión para sacar adelante el país. ¿Cuánto quedará para la solidaridad internacional?
Los compromisos con el Fondo Mundial y otras iniciativas mundiales de salud cambiarán, porque han cambiado las prioridades y por el gran déficit. Si muchos países donantes reconsideran sus contribuciones y esto afecta el presupuesto del Fondo Mundial, junto con PEPFAR, la respuesta al VIH, la tuberculosis y la malaria se verá severamente afectada y los logros en riesgo. Si yo pago mis impuestos en un país que ha perdido miles de vidas por complicaciones con el COVID-19, millones de negocios y empleos, creo que mi respaldo a la solidaridad internacional se vería condicionada por “caridad bien entendida empieza por casa”.
Podríamos vaticinar también que los compromisos y el trabajo de alcanzar la Cobertura Universal Sanitaria para el 2030 también sufrirán algunas digresiones y demoras. Podemos poner la cabeza en un agujero de la tierra y omitir que el mundo cambió y cambiará sustancialmente, o podemos pensar, discutir y planear cómo mitigar los resultados de la pandemia, cómo traducir los desafíos en lecciones aprendidas, y sobre todo, trabajar sobre las profundas vulnerabilidades de los sistemas de salud en países desarrollados y en vías desarrollo.
Nada volverá a ser como antes

Aún si en un tiempo futuro y razonable, la pandemia se controla, la humanidad saldrá de esta crisis diferente, lo que no necesariamente es una afirmación negativa. No podremos devolver la vida a los cientos de miles de personas fallecidas y tardaremos mucho en devolver los empleos y la certidumbre que la gente necesita para lograr un estado de relativo bienestar. Aún así, la pandemia de COVID-19 nos muestra nuevas formas de construir redes afectivas pues el aislamiento enferma también y es un virus insidioso que puede ser fatal.
Vemos, para bien y para mal, nuevas formas de relacionarse de los gobernantes con sus constituyentes, incluyendo la rendición de cuentas (en algunos casos, a diario). Estamos aprendiendo la relación directa entre la calidad institucional y la respuestas oportuna y adecuada de la epidemia. Hay nuevas formas de solidaridad y empatía que solo aparecen cuando todos nos vemos afectados. Aquí hay grupos de riesgo en términos de la morbilidad y la mortalidad, pero todas las personas son susceptibles de infectarse, enfermar y transmitir la infección, no tiene que ver con la clase social ni ninguna otra característica, como pasa quizás con el VIH.
Hemos experimentado algunas formas de abuso de los derechos humanos, y ahora que los países necesitan abrir la cuarentena, es importante hacer notar que la noción de testar “a toda la población” y encerrar a los infectados, ya ha quedado demostrado que no funciona. No sabemos el grado de transmisión que una persona asintomática tiene y, mucho más importante, nos sabemos si el virus podrá ser eliminado del organismo de los infectados. ¿Cuál será la respuesta? ¿El confinamiento definitivo en colonias de personas con el virus? La discriminación, además del daño a los individuos es una de las principales barreras estructurales para contener epidemias. Nada volverá a ser igual al momento pre-COVID-19, ¿cómo será? es imposible saberlo ahora. Si será el resultado de lo mejor de cada uno de nosotros, lograremos sacar muchas cosas buenas de esta tragedia.
En conclusión, el futuro de la resolución de esta pandemia no está en el virus, sino en nosotros y en como nos comportemos a nivel individual e institucional. El cambio radical en la realidad de todos nosotros, sin excepción, no da lugar para seguir haciendo las cosas como antes, necesitamos una respuesta excepcional.
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