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Transición, una palabra de moda

Transición es la palabra de moda que ha tomado mayor fuerza a partir de la reciente aprobación de la política del Fondo Mundial. No es más que un eufemismo para una salida con menos culpa de los mecanismos de financiamiento. La transición es un proceso, no un fin en sí mismo. Incluye un sinnúmero de diagnósticos, pero el tema central debe ser cómo resolver lo que de estos surja, que no es otra cosa que garantizar la sostenibilidad.

En la última reunión de la Junta de Gobierno del Fondo Mundial se aprobó la Política de Transición, Sostenibilidad y co-financiamiento (disponible en este vínculo) que dice que:  “El enfoque del Fondo Mundial para el apoyo a  la sostenibilidad y la transición se basa en la premisa central que la planificación para la sostenibilidad es algo que debe ser inherente en el diseño del programa y tenido en cuenta por todos los países, independientemente de donde estén en el continuo del desarrollo. Además, la experiencia demuestra que la planificación de una transición de la ayuda del Fondo Mundial requiere tiempo y recursos”.

Y continúa: “En muchos países esto implica abordar cuestiones complejas como el cambio de la legislación para permitir que el sector público pueda contratar con proveedores del sector no público, como las organizaciones de la sociedad civil, apoyando de manera efectiva la promoción interna de los gastos de salud, y la mejora de los procesos de adquisición y acceso a asegurar que los países pueden adquirir productos clave como la segunda línea de antirretrovirales y medicamentos para tuberculosis multidrogoresistente a precios eficientes. A menudo, también significativa la incidencia política necesaria para asegurar las intervenciones apropiadas basadas en las evidencias epidemiología de la enfermedad de un país en particular”.

Un problema en la definición

El principal problema tanto del Fondo Mundial, como de otros actores, es confundir “transición” con “sostenibilidad” y “co-inversión”, como si fueran todas caras de una misma moneda. La transición del Fondo, como de cualquier donante internacional, es la salida -más o menos ordenada- del estado de inversión al de desinversión externa. La transición es un medio para que la salida sea menos dolorosa y tenga un costo político menor. Es, en sí mismo, un medio o un proceso, no el fin. Es importante señalar esto porque en los próximos meses la palabra de moda será transición, sin una adecuada comprensión sobre su etimología y significado. Muchos ya han salido a realizar “tareas de transición” sin siquiera darse el espacio y la labor de pensar qué significa.

Otro tema importante a clarificar es que el Fondo Mundial no transiciona de un país porque este está preparado para vivir sin el Fondo, sino porque hay una decisión política de salirse antes de tiempo. La mayoría de los países de los que el Fondo salió o saldrá no están preparados ni listos para su salida. Una verdadera y honesta transición, sucede, no se la hace suceder. Lo que se puede lograr, con un trabajo bien planeado, es mejorar el grado de sostenibilidad de un sistema, sea este de salud o comunitario.

Entonces, lo primero es la honestidad intelectual de llamar las cosas por su nombre y “transicionar” es un eufemismo para el término “salida”: la salida del Fondo Mundial de los países de renta media y epidemias concentradas detrás de una cortina de humo llamada preparación para la transición.

Existen contados ejemplos de éxito donde un financiador ha migrado fuera de un programa cuando estaban ya dadas las condiciones para que esto sucediera. Sin embargo, ya circulan “casos de éxito”, de cómo es la vida en algunos países después del Fondo Mundial, cuyos datos son engañosos y las evidencias son el resultado de una investigación superficial. O se trata de países donde el Fondo Mundial nunca fue necesario. No podemos considerar una investigación seria cuando la información y evidencia solo se reúnen vía Skype desde un escritorio en el otro lado del globo.

Es temporada de transición

Las ONG, redes e iniciativas ya han salido al mercado a capitalizar y fondearse con el pretexto de trabajar en los temas de transición. Lo que urge no es construir herramientas y talleres para demostrar algo que ya sabemos, y es que cuando el Fondo Mundial se retire, por su naturaleza y forma de trabajo, las organizaciones de la sociedad civil enfrentarán, en su gran mayoría, la extinción. Es fácil estimar el compromiso y la capacidad de un país, voluntad política mediante, de absorber los tratamientos, cuidados y en algunos casos algunos de los servicios de prevención. Pero sabemos fehacientemente que las organizaciones y grupos que inciden políticamente, que vigilan y que alertan del mal proceder de las instituciones, sin fondos externos, desaparecerán.

Existe la posibilidad que una gran parte del trabajo de prevención y adherencia entre pares de poblaciones clave y personas con VIH quede sin financiamiento si la respuesta se financiara exclusivamente con fondos locales, mucho menos recibirán aquellas ONG que hacen incidencia política y veeduría social.

Las cenicientas de la respuesta

Cuesta imaginar a nuestros gobiernos “alimentando” a los, tan necesarios, “perros guardianes» que además de ladrar, para mantenerlos  a raya, muchas veces «muerden”. ¿Morderán ahora la mano que les debería dar de comer? Es ilógico que esto se sostenga.

Quienes trabajamos para evitar que esto sucediera no debemos gastar en lujosos termómetros para medir lo que sabemos es fiebre, si no nos van a quedar pocos recursos para invertir en el antifebril que baje la temperatura. De otro modo, caeremos en el canto de las sirenas del eterno diagnóstico, que será inútil si no se puede acompañar con un remedio y acumularemos publicaciones describiendo lo que no pasa ni pasará.

Probablemente, lo único que funcione, en algunos casos, es que la sociedad civil se organice con otros sectores, no necesariamente del VIH, para crear coaliciones que incidan para el financiamiento local basado en las necesidades y las evidencias. Incluyendo la asignación de recursos locales a algún mecanismo autárquico que continúe financiando a las organizaciones que seguirán enfrentadas a sus gobiernos, una especie muy necesaria, mucho más cuando nos quedamos solos y a merced de los dueños del Estado.

¿Están los países y sus organizaciones de la sociedad civil preparadas para vivir con lo propio, sin ninguna inversión externa? No, es obvio que no; pero no está de más decirlo. Lo que necesitarán son recursos financieros para seguir existiendo y desarrollando su tarea, incluso con la ventaja de necesitar menos, por  no tener que gastar muchas energías en disfrazar su trabajo en programas en un rol de sub-receptores.

La sostenibilidad

El concepto central, no es transición, sino sostenibilidad.  Las organizaciones de la sociedad civil en los países en vías de desarrollo, de cualquiera sea su renta para el Banco Mundial, no son sostenibles, como no lo son los sistemas comunitarios. Tampoco lo serán en tres o seis años, quizás lo sean en diez. Incluir evaluaciones del grado de preparación para la transición es placebo, son nubes de humo, para cubrir como el Fondo Mundial -y otros-, hace mutis por el foro, saliendo de escena mientras nosotros diagnosticamos.

La sostenibilidad es, entre otras cosas, la conjunción de las siguientes cuestiones:

– Organizaciones de la sociedad civil auto-sostenibles con un modelo de acceso a recursos diversificados (incluyendo donantes no tradicionales),

– Organizaciones con un alto nivel de capital social y legitimidad que su potencial desaparición movilice la defensa de una comunidad,

– Sistemas comunitarios sostenibles y resilientes,

– Coaliciones de organizaciones de sociedad civil que trabajen los temas de presupuesto, rendición de cuentas y transparencia,

– Mecanismos de inversión local y nacional para los sistemas comunitarios, sin que se castigue a las organizaciones que hacen incidencia política,

– Marcos legales, que lejos de discriminar y estigmatizar, promuevan la igualdad y la plena realización de los derechos humanos, que favorezcan el acceso a servicios amigables, que colaboren en incrementar el oportuno acceso de las poblaciones clave a la prevención combinada y al tratamiento, y

– Un mecanismo multisectorial para el establecimiento de políticas, el diseño de un plan estratégico nacional multisectorial y su monitoreo.

Todo esto no sucederá en tres ni en seis años.

¿Conocen algún país donde todo esto suceda, más allá de sus antecedentes con el Fondo Mundial? Lógicamente no es lo mismo la ausencia del Fondo Mundial en Argentina, Brasil y México que en muchos países de África o Europa del Este, donde se penaliza y criminaliza a las poblaciones clave. Pero todo esto se puede evaluar con un meta-análisis de la información que ya existe.

No nos dejemos tentar por otro proceso, empecemos a realizar un trabajo responsable de crear los mecanismos  y movilizar los recursos, que son esenciales, para sostener la respuesta. No gastemos mucho tiempo en diagnosticar si no podemos ayudar en la solución del problema, pues recuerden que cuando se diagnostica, se genera expectativas, que en este caso serán “plegarias desatendidas”.

La transición es un eufemismo y distracción para una partida inevitable dejando una colección de brechas. Si no queremos perder todo lo ganado, busquemos los recursos para que, además de medir el ancho de los agujeros, ayude a taparlos.

País: Argentina

Acerca del autor

Javier Hourcade Bellocq

Editor responsable de Corresponsales Clave y Representante Regional de América Latina y el Caribe | Argentina
Organización:International HIV/AIDS Alliance

Javier Hourcade Bellocq es el Editor Responsable de Corresponsales Clave y trabaja en VIH desde 1987. Fue uno de los fundadores y el primer Secretario Regional de la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH (RedLa+). Desde 2003, Javier trabajó para la International HIV/AIDS Alliance (Frontline AIDS), primero como Oficial de Programas Senior a cargo del programa de la Alianza en Ecuador, y desde 2005 como Representante Regional para América Latina y el Caribe. Javier es miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.

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