Los programas de salud sexual y reproductiva son dirigidos casi siempre a las mujeres, obviando el papel de los varones en la paternidad y todo lo que representa en el desarrollo integral tanto de la mujer como del hijo. Esta fue una de las ideas centrales de la segunda plenaria del Concasida 2010, presentada por la Dra. Lorraine Sherr, psicóloga británica y Profesora de Psicología
de Salud Clínica en la Royal Free y en la University College Medical School.
La Dra. Sherr apuntó que los servicios de consejería generalmente se ofrecen a las mujeres embarazadas sólo en el momento del parto y, además, no toman en consideración a los padres ni al resto de la familia. En este aspecto, la expositora señaló que “el concepto de familia debería ser modificado en la actualidad para considerar una entidad mucho más amplia que el tradicional grupo del padre, la madre y los hijos”.
Para la Dra. Sherr, el deseo de un hijo es un instinto básico y universal entre las personas, pero diferente según sea el género de quien se trate. Para las mujeres infectadas con VIH, un embarazo supone un elemento de protección, no solamente del abuso de otros sino de ella misma. Esto se explica, según Sherr, porque la depresión lleva muchas veces al suicidio y, cuando existe un embarazo, éste ya no es considerado: la mujer se aferra a la vida
para preservar así la nueva vida que lleva dentro.
Los esquemas de tratamiento integral, que proveen contención del virus y una mayor expectativa de vida, dan oportunidad a las mujeres para decidir si quieren ser madres, logrando que la maternidad sea una opción racional para las mujeres con VIH. Pero lamentablemente, además de tener que encontarsre con que el imaginario social muchas veces rechaza el embarazo de las mujeres con VIH, deben enfrentarse a la inoperancia de los sistemas de salud para incorporar a los padres en ese ejercicio de paternidad.
Según la Dra. Sherr, los servicios de consejería en el área de salud reproductiva deberían comenzar a reconsiderar cuándo comenzar a ofrecerla, a quién brindarla y, no menos importante, durante cuánto tiempo realizarla. Resulta obvio que un cambio de comportamiento entre las poblaciones vulnerables implica y exige un alto nivel de confianza con la persona que brinda consejería, algo que muchas veces es difícil encontrar en los sistemas de salud de nuestros países.
Sergio Ruiz
Equipo de Corresponsales Clave
San José, Costa Rica – 4 de marzo de 2010.
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