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Escuchar para sanar

El Dr. Francisco Maglio interpeló a sus colegas para proponerles cambios en su modo de tratar a sus "pacientes" mediante la práctica del “escuchatorio”. Andrea Mariño, socióloga, presentó un proyecto sobre la vivencia de la lipodistrofia y Jerome Galea, presidente de Epicentro (Perú), expuso los resultados de una investigación que muestra la importancia de contemplar lo que le pasa a las personas antes de implementar soluciones científicas. Fue durante la mesa "Cuerpos y sexualidad: nuevos interrogantes" en el marco del Simposio de Sida 2012.

Por dos semanas lo habían estado tratando con corticoides. Pero Carlos seguía perdiendo parte de su piel a cada paso. El síntoma estaba claro y los médicos lo estaban tratando como estaban acostumbrados. Nadie le había preguntado nada. Sólo habían atacado aquel síntoma de descamación.

Dr. Francisco Maglio

A veces la experiencia de visitar un consultorio produce una extraña sensación de escisión entre el cuerpo y todo lo demás que nos constituye. Nos examinan, nos tratan y es como si no estuviéramos ahí. Para el Dr. Paco Maglio, presidente  de Sociedad Argentina de Medicina Antropológica, estos modos en los que se está tratando a los pacientes hacen que sea mucho más compleja su sanación y, por eso, recomienda comenzar con lo que él denominó el “escuchatorio”. Es decir,  interactuar con las personas para poder identificar de dónde viene aquella dolencia y actuar sobre su universo simbólico.

Según su postura,  los médicos están tratando a las personas como cuerpos y por ende, dan una respuesta biológica. Y esto no es suficiente para su cura.  En el caso de Carlos, por ejemplo, el Dr. Maglio,  implementando el escuchatorio, logró saber que a este señor lo habían despedido de un banco, sin indemnización, con un gran maltrato. A partir de ese momento su problema se había agravado y se complicaron todas sus relaciones sociales. El médico logró hacer una intervención con la familia y los amigos y se modificó notablemente la situación.

Estas fueron algunas de las reflexiones que compartió entre aplausos efusivos el Dr. Maglio en el Simposio de Sida 2012 organizado por la Fundación Huésped del 28 al 31 de agosto en Buenos Aires. La mesa fue titulada “Cuerpos y sexualidades: nuevos interrogantes”.

Y entre estos interrogantes apareció una pregunta de muchas personas que viven con VIH y que en pocas ocasiones fue escuchada y atendida por los médicos: ¿Cómo puedo hacer para contrarrestar la lipodistrofia en mi cuerpo que me trae graves problemas de autoestima y discriminación? Andrea Mariño, socióloga que trabaja junto a la Red Bonaerense de Personas Viviendo con VIH, presentó en esta mesa el proyecto «Lipodistrofia: las huellas del estigma».

El proyecto busca amplificar la voz de las personas con VIH que dicen “necesito ayuda porque el cuerpo que me dejaron las pastillas me hace sentir mal”. Se trata de un problema que va más allá de lo estético. Sus vecinos y compañeros los ven como enfermos. No quieren usar determinada ropa porque les da vergüenza. Les impide tener una sexualidad plena porque están acomplejados.

La lipodistrofia es consecuencia de la toma de algunos antirretrovirales. Los médicos saben que esto sucede con sus pacientes pero ante su reclamo algunos lo minimizan y no les prestan atención. Volvemos a los dichos de Maglio ¿no será momento de empezar a escuchar a los “pacientes”?  Justamente para ser escuchados hicieron este proyecto que incluyó acciones de capacitación, incidencia y una muestra de fotos.

Dr. Jerome Galea

En la misma línea, es decir, tener en cuenta lo que le pasa a las personas, Jerome Galea, presidente de la organización peruana Epicentro, presentó una investigación cualitativa que mostró que si bien se puede avanzar en el desarrollo de un microbicida rectal que evite la transmisión del VIH, esto no garantiza que las personas lo vayan a usar.

La mayoría de los testimonios recabados entre mujeres trans, trabajadoras sexuales y hombres que tienen sexo con hombres mostraron que existirían muchas barreras para su adquisición y utilización. Por ejemplo, en varios de los testimonios aparecía el miedo a mostrarse en una farmacia comprando un microbicida rectal. Para la mayoría quedaría explícito que van a tener sexo con un hombre y nos es algo que quieren explicitar.

En definitiva, la propuesta de la mesa fue que tanto en las instancias de investigación como de tratamiento se tenga en cuenta a las personas, lo que les pasa, sus vivencias y necesidades.

Los médicos dirán que están sobrepasados de trabajo, mal pagos, sin insumos. Y es verdad. Pero tal vez con un poco más de escucha cambiaría mucho la atención que reciben estos cuerpos con almas a los que llamamos pacientes.

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Mariana Isasi

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