El miércoles 19 de octubre de 2016 el asesinato de Lucía Pérez estremeció las calles de varias ciudades de Argentina, propiciando el primer paro feminista en el que miles de mujeres salieron a la calle exigiendo justicia por la adolescente que vivía en Mar de Plata. La situación fue relatada en el artículo de Corresponsales Clave: Cuando tocan a una, nos organizamos todas: las mujeres argentinas rompen el silencio).

Dos años después, estas mismas mujeres lloran, marchan y se paran porque «Lucía somos todas. La justicia patriarcal es impunidad«. El hecho es que los acusados de femicidio y abuso sexual fueron absueltos a fines de noviembre y parte de las razones dadas por el tribunal tienen que ver con la forma de vida de Lucía, como se vestía, que hacía, con quienes se acostaba.
Para los jueces, la joven de 16 años no fue víctima de violencia de género, sino que mantuvo relaciones consentidas con sus agresores porque tenía una «personalidad fuerte» y no era «sumisa».
La mirada machista de las instituciones que administran la justicia en Argentina sugiere que “ella se lo buscó”, “fue su culpa”. Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué tiene que hacer una mujer para merecer su muerte?
En una de las asambleas que se llevaron a cabo esta semana, la madre de Lucía respondió a esa pregunta:
“Todas somos Lucía. A cualquiera de ustedes les puede pasar. Lucía fue en el bolillero la que quedó elegida. Era una adolescente con los mismos sueños que tienen ustedes. (…) con la sentencia que se dio el 26 de noviembre la volvieron a matar. No podemos seguir perdiendo hijas, hijos. No podemos permitir más esto. Esta gente tiene fábrica de muerte. La droga, lo que venden, es muerte para los adolescentes y nos cosifican como cosifican a Lucía. El día de la sentencia de Lucía estaba preparado para que agrediéramos, y no lo van a conseguir. Van a conseguir la gota que les va agujerear la piedra porque no voy a parar hasta que esas personas vayan presas. Detrás de la impunidad hay alguien que los respalda y eso es lo que no tenemos que permitir. No es justo lo que hacen con nuestros hijos y no se lo vamos a permitir más. La única bandera tiene que ser nuestras hijas, nuestros hijos. (…)Hoy la causa se está elevando a juicio(…). Cada una de ustedes es el abrazo que me daría Lucía. Y esa es mi Lucía que me abraza siempre”.
La madre de Lucía se refiere a este abrazo como respuesta a la impunidad presente en este fallo judicial. La impunidad es una forma de violencia institucional que representa un franca violación a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, entre los que se encuentran el derecho a vivir una vida libre de violencia y el derecho a la justicia y a los recursos judiciales.
Con respecto a este último punto, el dos de diciembre el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará envió una carta a la Corte en la que le manifestó su preocupación por la sentencia, expresando que los criterios que fueron aplicados en la sentencia “construyen en la sociedad un mensaje de tolerancia hacia la violencia contra las mujeres y reflejan claros estereotipos de género utilizados para decidir el caso”, según informaron distintos diarios locales.
Pero esto no queda aquí. La organización de mujeres está presente, cada vez más potente y alertas frente a las situaciones de violencia, incluida la institucional. Quedamos a la espera de nuevas acciones, en nombre de Lucía, de su vida, en contra de la impunidad. Lucia somos todas.
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