Editorial Noticias

Daños Colaterales: la respuesta al VIH y la tuberculosis en medio de un conflicto bélico

El mundo asiste atónito, muchas veces por los medios, a la invasión de la Federación Rusa sobre Ucrania, como también las idas y venidas de los países europeos y los Estados Unidos a través de la OTAN. Lo que pasa en Ucrania no sólo afectará profundamente a ese país y a Rusia, sino a la región y al mundo. Quiénes trabajamos en algunos temas específicos de salud no podemos perder de vista los daños colaterales que esta guerra está generando.

Desde hace dos semanas, cuando comenzó la invasión militar rusa sobre territorio ucraniano, hemos sido testigos lejanos de la crueldad de una guerra. No hay ni buenas ni malas guerras, todas son perversamente terribles. Aun así hay un pacto internacional sobre “qué es aceptable y qué no en una guerra”, y a partir de ahí como sucedió con la caída del nazismo o el fin del genocidio en Armenia o Rwanda, existe un acuerdo global sobre qué califica como crímenes de guerra. Matar civiles, bombardear edificios y lugares no militares, el uso de la tortura y el abuso sexual, entre otros crímenes aberrantes infringidos por la fuerza de ocupación, serán en algún futuro  materia de investigación de la Corte Penal Internacional y otros mecanismos multilaterales de Derechos Humanos. Esta no es un editorial para analizar este cruento conflicto bélico, sino para comentar sobre algunos daños colaterales del mismo.

Las dos primeras semanas de la invasión, los programas del Fondo Mundial siguió adelante por medio de los dos receptores principales de sociedad civil.

Ucrania tiene subvenciones del Fondo Mundial para VIH y Tuberculosis que son implementadas con mucha eficiencia por una Organización de la Sociedad Civil denominada Alianza por la Salud Pública (quién además es receptor principal de un proyecto multi-país), la Red de Personas con VIH y el Ministerio de Salud. Aquí debemos tomar recaudos respecto de la información que circula para proteger a las organizaciones y su gente en la zona de conflicto. Hasta la primera semana de la invasión, la gestión de los programas del Fondo Mundial siguió adelante por medio de los dos receptores principales de sociedad civil. Es decir, que aun cuando algunos servicios sufrieron inconvenientes, la mayoría de los equipos se quedaron en el país para resolver temas específicos de VIH y tuberculosis, y otras cuestiones más amplias de una crisis humanitaria y sanitaria.

¿Qué está haciendo el Fondo Mundial?

Como sucediera con el COVID19, el Fondo Mundial (la secretaría, la junta y la Oficina del Investigador General) cambiaron a modo emergencia e implementaron medidas extraordinarias. Existe un Comité de Crisis en Ginebra que se reúne a diario, tiene contacto directo con las contrapartes y coordina con las otras organizaciones humanitarias en el terreno. En primer lugar, siguiendo el protocolo de urgencia, se han autorizado amplias flexibilidades con los fondos que ya estaban en el país y futuros desembolsos. Esto permite no sólo ajustar las inversiones en las dos enfermedades, sino utilizar los recursos para proveer a las comunidades de insumos esenciales. Frente a un escenario que a las claras requerirá más recursos, la secretaría del Fondo, por medio del Comité de Estrategias, solicitó a la junta una reasignación de fondos para incrementar el dinero disponible en el fondo de emergencias para poder responder con recursos en forma directa o por medio de una organización sanitaria o humanitaria. La Junta lo aprobó en forma unánime.

Es importante destacar el valor que tiene el financiamiento de doble vía, que, en el caso de Ucrania, cuando el estado tuvo que abocarse al conflicto bélico como única prioridad, dos organizaciones no gubernamentales y comunitarias pudieron ofrecer una continuidad. En este caso en particular, con la dimensión de la violencia contra todos los civiles en las calles, en los hospitales, jardines de infantes y la destrucción de edificios y casas donde se habita, las organizaciones de la sociedad civil muestran su valentía quedándose para sostener los servicios posibles. Todo indica que llegará un momento en el que será imposible permanecer e implementar servicios en las ciudades más golpeadas por los ataques y el riesgo que significa para el proveedor y el beneficiario de los servicios.

Daños colaterales para el sida y la tuberculosis

Como trabajamos en estos y otros temas de salud, una de las cosas que nos viene a la mente viendo las ciudades en llamas y un desplazamiento forzado que ya supera los cuatro millones de personas es ¿qué pasa con las personas en tratamiento con antirretrovirales, de la tuberculosis y la reducción de daños?

Debemos contextualizar que Ucrania, como todos los países en la subregión, tiene una severa epidemia concentrada en personas que usan drogas inyectables con muy alta prevalencia de VIH, es decir personas que necesitan su atención integral del VIH y servicios de reducción de daños, como las terapias de sustitución del uso de opiáceos.

Al mismo tiempo, la prevalencia de tuberculosis es muy elevada, en particular la resistente a las primeras líneas de tratamiento, es decir TBC resistente, incluyendo un número significativo de tuberculosis extremadamente resistente a los medicamentos.

Por último, no es menor la co-infección de VIH, TBC y hepatitis virales. ¿Cuántas personas con VIH, TBC y hepatitis en migración forzada no solo dejan todas las pertenecías que no quepan en una maleta, sino también su tratamiento? Los mismo podemos pensar y preguntarnos de todos los temas de salud.

Podemos afirmar que en los países receptores y de tránsito de los desplazados, como Polonia, se han puesto recursos a disposición para ofrecer continuidad de tratamientos, por ejemplo, del VIH y la TBC; aunque existe el desafío de generar la demanda de la continuidad de estos servicios en el desplazamiento. Lo que es difícil precisar es el número de personas que han quedado atrapadas en Ucrania y han perdido el acceso a estos servicios.

Como con la pandemia por COVID-19, durante dos años, nuestro movimiento tuvo que recordarles a los tomadores de decisión que no todo lo que nos afectó tenía que ver con el coronavirus y que la continuidad de servicios era esencial, lo mismo aplica a los conflictos bélicos.

Es inimaginable el resultado de este conflicto, para Ucrania, su pueblo, la región y el mundo; pero podemos prever un incremento del número de nuevos casos de VIH y TB, un potencial brote de TB resistente y extremadamente resistente a los tratamientos y las consecuencias de la abrupta interrupción de las terapias de sustitución de drogas; todo ello en una nación que pudiera salir del conflicto arrasada y perder su soberanía.

Un último factor que se suma a esta situación es la intersección de las enfermedades transmisibles con la xenofobia exacerbada por el número de personas desplazadas, como lo hemos visto en nuestra región con la migración desde Venezuela.

Existe un Fondo Mundial con la capacidad de respuesta y dos organizaciones de la sociedad civil en Ucrania que son receptores principales experimentados, la duda es si les dejarán hacer su trabajo en medio de este conflicto bélico.

País: Internacional

Acerca del autor

Javier Hourcade Bellocq

Editor responsable de Corresponsales Clave y Representante Regional de América Latina y el Caribe | Argentina
Organización:International HIV/AIDS Alliance

Javier Hourcade Bellocq es el Editor Responsable de Corresponsales Clave y trabaja en VIH desde 1987. Fue uno de los fundadores y el primer Secretario Regional de la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH (RedLa+). Desde 2003, Javier trabajó para la International HIV/AIDS Alliance (Frontline AIDS), primero como Oficial de Programas Senior a cargo del programa de la Alianza en Ecuador, y desde 2005 como Representante Regional para América Latina y el Caribe. Javier es miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.

Añadir comentario

Click aquí para publicar un comentario