Con la colaboración de José Fernando Inlasaca Saiteros
Las personas privadas de la libertad (PPL) son considerados como población objetivo en la prevención de VIH debido a las condiciones y dinámicas propias de los centros de rehabilitación social. En esta nota conoceremos algunos testimonios y realidades de algunos centros en Ecuador.
A 40 años de los primeros casos a nivel mundial, el VIH aún representa un problema a la salud que no acaba de separarse de los estigmas de sus orígenes. De acuerdo con la OPS, en América Latina, los grupos más afectados son los hombres gais, los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres (HSH) y las mujeres transgénero que representaron, en el 2017, casi la mitad de las nuevas infecciones.
La población de personas privadas de su libertad (PPL) representan una población particularmente vulnerable al VIH, aunque no reciben la atención que merecen. El Ministerio de Salud Pública del Ecuador, en el Plan Estratégico Multisectorial de la Respuesta Nacional al VIH/SIDA 2007-2015, manifestaba que era necesaria una reforma en el sistema penitenciario para contar con un sistema que prevenga, controle y dé seguimiento a las enfermedades transmisibles, generalizando el acceso a condones. En la actualización del Plan, en 2018, se señala que las personas privadas de la libertad tienen una prevalencia de 1,3%; sin embargo, a pesar de que la necesidad de establecer medidas que disminuyan el avance del VIH en PPL no hubo cambios significativos.
En los Centros de Rehabilitación Social el VIH se transmite a través de relaciones sexuales (incluidas las visitas conyugales), el uso de drogas inyectables y la realización de tatuajes. El informe de visita al Centro de Rehabilitación Social de Machala en el 2018 de la Defensoría del Pueblo del Ecuador se menciona que para las visitas conyugales, las personas no reciben kits de aseo para las visitas íntima, aunque pueden solicitar preservativos. El informe no hace referencia al uso o expendio de preservativos dentro del centro.
El Equipo de Corresponsales Clave conversó con dos personas que habían pasado un tiempo en un Centro de Rehabilitación social. Juan* habló sobre la dificultad y las barreras sociales para el acceso a métodos de protección contra ITS: “Estuve hace un par de años en la cárcel (…) yo he tenido sexo y encuentros con personas de ahí (…) pero pedir a los guardias y los cuidadores de los pabellones condones, no lo iba a hacer (…), ahí se hace rápido, a escondidas, y algunas veces nos cubrían otras personas con las que luego debías tirar para que no te delaten (…); ahí es todos con todos”.
Lucio* dijo que “mantener relaciones sexuales es parte del ritmo de vida para muchas personas “No puedes quedar como ‘marica’ dentro de ‘la peni’, ya que te pueden ganar un mal rato ahí (…). Si lo haces a escondidas ¿cómo creen que voy a sacar preservativos?”
Así como en otros países, en Ecuador la dinámica de la infección por VIH se cierra en el centro, sino que se extiende a las parejas estables o casuales de quienes frecuentan. Pero las relaciones sexuales no son las únicas vías de transmisión del virus; existen otras prácticas comunes que potencian el riesgo de transmisión, como la realización de tatuajes y perforaciones corporales sin acceso a material esterilizado, además de la reutilización de agujas por parte de personas que usan drogas inyectables.
El sistema penitenciario es un campo en el que aún no se han desarrollado las acciones necesarias para prevenir nuevos diagnósticos de VIH. La población de HSH entre las personas privadas de la libertad representa un grupo sumamente vulnerable debido a las situaciones de exposición que se pueden generar en este ambiente. Es necesaria la implementación de programas y servicios de promoción de la salud que incluyan métodos de prevención de infecciones de transmisión sexual.
Ecuador 
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